Grrr...

jueves, 17 de febrero de 2011

De Moza a Musa

Sigo con la historia de jota, esta vez sin detalles de sexo.
A jota lo amé. Se hizo dueño de mi vida. Era ese tipo de niños que te regalan sonrisas gratuitas, te llevan a la luna y te dejan caer amorosamente.
Me amaba, y yo le amaba a él. No había día en el que los besos no supieran a cielo, y en el que yo no quisiera darle todas mis nubes.
Nunca hicimos el amor con velas y pétalos de rosa. A mí me habría gustado, por supuesto, pero nunca tuvimos la  oportunidad y tampoco se nos ocurrió. Estábamos demasiado ocupados aprendiendo a crecer, a escuchar, y a ser mejores personas.
Él me enseñó la diferencia entre mentir y manipular, me enseñó que no siempre hablando las cosas se arreglan, sino que callar con un beso basta. Me enseñó a mentirle a mis padres para verle por más tiempo, y me hacía sentir grande.
Pero luego llegó ella... Llegó D... llamémosle Daniela. Daniela era para mí la mayor de las zorras, la peor. Con su estatura bajita, su cabello alisado, y su nariz torcida, yo la odiaba. Y eso que vivía en otra ciudad. En la ciudad a la que jota se iba cada cuatro meses, porque vivía conmigo en clases, y en vacaciones se iba.
Ella se le fue enredando, y después de cinco meses, lo fui perdiendo. O él me fue perdiendo a mí. Hacía lo imposible por mi perdón, y yo caía con sus dientes largos tan perfectamente ubicados. Pero cuando se iba, el infierno se hacía carnaval de vacaciones, y empezaron las peleas.
Ya a las terceras vacaciones tuvimos la última discusión. Ya cansados y sin ganas. Y tuve el valor para dejarlo. Pensé que volveríamos cuando el volviera, pero cuando volvió, ya estaba teniendo una relación a larga distancia con ella. La odiaba tanto...

Pero luego me enteré que ellos se conocían de antes, que tenían algo de antes, y que, sin querer, yo me metí ahí. Yo era la Daniela, y Daniela era la Luna de jota. Me odié, y lo odié a él por mentirme.

Pero lo seguí amando. Y a ella la seguí odiando.

Me dí cuenta que para él enseñarme a manipular y a mentir, tenía que ser un artista en ello. Y lo era, el muy maldito lo era.

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